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domingo, 5 de febrero de 2012

A MANOLO Y JOSEFINA

Hay hombres que luchan un día y son buenos. Hay otros que luchan un año y son mejores. Hay quienes luchan muchos años y son muy buenos. Pero hay los que luchan toda la vida: esos son los imprescindibles. - Bertolt Brecht

Es evidente para todos, en esa última categoría de personas que se pasan luchando toda la vida se encuentran nuestros amigos Manolo y Josefina, Josefina y Manolo, que tanto monta, monta tanto. Pero no es el hecho de luchar sin más lo que es valioso. No cualquier lucha es válida.

Resulta esencial la lucha que es gratuita, aquella que no pide nada a cambio, la que no busca encumbrarse, la que solo persigue el hecho mismo de luchar por una causa, el de sentirse vivo sin más, ser humano digno y sensible

Es vital la lucha compartida, la que se realiza codo con codo, donde el protagonismo es de todos, la que continuamente aporta y recibe, la que busca contagiar el espíritu que la sustenta, sabedora de que lo importante no es tanto la persona que la lleva a cabo sino la razón que la hace necesaria.

La única lucha indispensable es la que pone el acento en el débil, en el despojado, en el maltratado, en el caído, en el necesitado. La que transita caminos que la mayoría rehúyen, la que se introduce en moradas que para los demás han de permanecer ocultas. Solo ella es justa, solo ella aporta grandeza.

La lucha necesaria es la que es producto de la empatía y la que a su vez la genera, la que es capaz de ponerse en lugar del otro, la que nos va haciendo cada vez más humanos en vez de deshumanizarnos, más tiernos, más cercanos, más alegres.

La que es imprescindible es la que es producto de la esperanza, esperanza contra toda esperanza, esperanza con los pies bien firmes sobre la tierra, la esperanza sin fecha de caducidad, más allá de las derrotas, más allá de cualquier fecha, más allá de nosotros mismos.

Pero esta lucha somos capaces de percibirla gracias a las personas que la llevan a cabo, gracias a los luchadores. Luchadores cuyos nombres no veremos impresos ni en libros de texto ni en apergaminados santorales, luchadores cotidianos, luchadores del pueblo que no son perfectos, pero es eso lo que hace grande su esfuerzo, no la perfección sino la imperfección; capaces de mejorar porque conocen lo que les resta por conseguir; con la sabiduría del que sabe reconocer sus errores y aprender de ellos; luchadores ejemplo ya que su modelo no se encuentra en lo inalcanzable que pudiera haber en ellos sino lo que se puede encontrar a nuestro alcance.

Luchadores amigos, porque ya, personalmente, lo bonito de toda lucha es que tenga nombre de amigos, Manolo y Josefina, Josefina y Manolo; amigos a los que podemos ver y tocar, compartir con ellos sueños y vigilias, infortunios y alegrías, frustraciones y ánimos, gachas y tortillas. Amigos a los que admirar, a los que querer, a los que poder dar las gracias.

Gracias por vuestra permanente lección de humildad. Bienaventurados aquellos que encuentran cada día su propia satisfacción sin esperar más recompensa que ser pequeños y ser felices entre los pequeños.

Gracias por vuestro continuo testimonio de perseverancia. Bienaventurados los que no se desmoronan ante los golpes de la vida, los que se caen y vuelven a levantarse en un alentador ejemplo de fuerza entre los débiles.

Gracias por el ánimo que día a día, año a año, nos habéis aportado. Bienaventurados los que encuentran el sentido de su caminar en alentar a los demás a acompañarles en el camino, los que no encuentran mérito en hacer ese camino solos.

Gracias por ejercer siempre una caridad bien entendida. Bienaventurados los que practican la caridad haciendo honor a su etimología, a su relación con el ágape, como amor desinteresado por los que carecen. La caridad como filantropía, como amor a la humanidad.

Gracias por compartir vuestra alegría y transmitírnosla a nosotros aún en los tiempos de sombras. Bienaventurados los que mantienen la sonrisa en los momentos aciagos, los que combaten la desdicha con un chiste.

Gracias por mantener la esperanza porque nos mueve a nosotros a hacer lo mismo. Bienaventurados los esperanzados contra toda esperanza porque solo ellos abrirán las puertas al futuro.

Gracias por ser, por estar ahí, por permitirnos ser vuestros amigos y por permitirnos aprender. Amigos de los que hemos aprendido y de los que queremos y debemos seguir aprendiendo por mucho tiempo más.


1 comentario:

  1. Jesús, como sabes, yo estuve en ese sentido y merecido homenaje a Manolo y Josefina. Allí tuve ocasión, una vez más, de comprobar la generosidad de este matrimonio de personas normales dedicadas a los demás (en lo personal, en lo eclesial, en lo social, en lo político). Allí tuve ocasión de ver cómo, con absoluta natiralidad, nos devolvían el homenaje a los presentes para dejar claro que el mérito no era suyo, y, si lo era en alguna forma, ellos no eran merecedores de tal agasajo. ¡Fue el colmo de la sencillez, de la generosidad y de la valía personal!. Ahora que se llevaron lo suyo: mucho agradecimiento y mucho afecto. Muy merecidos, por cierto.
    En cuanto a tu escrito, te diré, a riesgo de repetirme otra vez más, que me parece muy emotivo y acertado. Tanto que si debiera escribirse algún día mi epitafio quedas formalmente encargado del mismo.

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