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viernes, 18 de enero de 2013

VÓMITOS


 
Que los aparten de mi vista que voy a vomitar.

Es inaguantable la manera en como los sostenes de la patria se han enriquecido, la manera en como han amasado fortunas en paraísos fiscales.

El cinismo con el que justifican su tren de vida.

La hipocresía con la que se presentan ante los ojos de los demás, critican la  paja en el ojo ajeno y esconden la viga en el propio.

La forma en como hacen leyes para su beneficio utilizando para ello el discurso del bien común.

La chulería con la que se jactan de sí mismos.


Que los aparten de mi vista que me provocan nauseas

La arbitrariedad y el escándalo con la que aplican las medidas de gracia.


La sobreactuación con la que se comportan en público, la simulación, siempre interesada y partidista, con la que actúan.
Los responsables políticos últimos de todo este cambalache que juegan a no saber nada y mirar hacia otro lado.

La estulticia que desprenden y con la que soportamos ese espectáculo.

Que los aparten de mi vista… y que les den… un buen escarmiento.


viernes, 11 de enero de 2013

¿DISCAPACITADO? Claro que sí.

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Vivimos en una sociedad hipócrita empeñada en coger con pinzas todo aquello que puede manchar, que puede doler, que exige cambios e iniciativas. La sociedad de lo políticamente correcto que se ha enseñoreado del lenguaje. No es gratuito este enseñoramiento disfrazado de paternalismo, tras la apariencia del cuidado y del respeto solo pretende mantener la realidad tal cual, eso sí, con un ficticio lavado de conciencia.

Soy un discapacitado, claro que sí. No quiero decir con ello que no tenga capacidades, claro que no. No quiero decir con ello que no sea capaz de desarrollar otras capacidades más allá de las perdidas y que quizás, de otra manera, no hubiera desarrollado igual, claro que no. Pero es obvio lo perdido, es inútil pretender mirar hacia otro lado, cerrar los ojos. Es patente lo que ya no volveré a hacer, evidente el retroceso, lo que la vida me ha privado y tuve, las limitaciones que me va imponiendo. A qué pretendo jugar si lo negara, si participara cual castrati de esta ópera bufa, simulando que no pasa nada, que lo que se pierde por un sitio se recupera por otro. No es así, lo perdido perdido está y se echa de menos, se echa mucho de menos. Cuestión aparte es qué hago yo con mi vida, como manejo el timón, que recursos desarrollo. Pero esto es cosa mía, poco importa más allá de mi ámbito privado, poco valor, más allá de eso, puede tener aunque lo tenga.

Poco me importa el término que me otorguen. Soy un discapacitado, he perdido capacidades, claro que sí. Soy un minusválido, no me puedo valer por mi mismo de igual manera que ayer, claro que sí. Me encuentro hecho un cascajo aunque mi cabeza intente llegar cada vez un poco más lejos; un pequeña (o gran) ruina, aunque la vida dibuje monumentos en el vertedero. No me afectan las palabras, sí me afecta la tibieza, ese andar de puntillas en torno al dolor. Llamemos a las cosas por su nombre. No agreden las palabras, agrede la actitud aunque se envuelva en papel de celofán. El problema no es cómo lo llamamos, el problema es qué hacemos con ello, qué hace la sociedad con ello, qué hacen sus gestores. El encubrimiento lingüístico no es una cuestión de pudor, no es solo un tabú, es un problema político. La diversidad funcional no dice nada salvo una obviedad y esta sí puede llegar a ser insultante pues puede esconder el factor político del asunto: la compensación. La diversidad es una categoría fundamental de toda sociedad pero se encuentra en todos los frentes y en todos ellos ha de tenerse en cuenta si aspiramos a una sociedad justa; el de la movilidad no tiene por qué ser el primero. No se trata solo de diversidad, se trata también de que las situaciones de partida son desiguales y por tanto los alcances también lo serán. Hay realidades con difícil solución pero no es el caso de la mayoría de ellas, falta la disposición para tenerlas en cuenta y compensarlas.

Llámenme tullido, lisiado, impedido, pero preocúpense de aplicar las leyes, de establecer políticas compensatorias, de tener en cuenta las normas de accesibilidad, de facilitar la integración real de niños y de adultos y no teman tanto ofender mi sensibilidad con sus palabras.

jueves, 10 de enero de 2013

SER Y NO SER



Los elogios, cuando llegan a ti se desmoronan, descerrajan la niebla que los cubre y con la que juegas a engañarte y exponen a tus ojos lo que eres.
Aquello a lo que honrosamente renunciaste y que, sin embargo, continúas deseando.
Las puertas que no quisiste traspasar y que envidias lo que ocultan.
Lo que diste y echas de menos.
Lo que eres y no eres a la vez, santo y demonio, virgen y puta.
Lo que no quieres ser aunque lo quieras, lo que quieres ser aunque no lo quieras. La contradicción en la que se ha movido tu barca siempre a punto de zozobrar.
De lo que estás orgulloso aunque hubieras preferido pasar de ese cáliz.
Lo que te dices, lo que sientes y que se encuentra ahí, centinela del dolor y de la duda, de la pregunta impenitente.
La blanca túnica de la que solo tú ves las manchas.
El dolor del que no puedes pasar pero del que deseas alejarte.
Los pecados que cometiste y con los que sigues soñando.
El hombre que soy y el que no soy. El que soy desde el no ser y el que no soy a base de arrancarme las costras de mi ser.
Soy el que he querido ser dejando que mi no ser le arrastre la corriente, pero las aguas de este río no cesan de bañarme.