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martes, 10 de septiembre de 2013

ENAJENADOS


 
Nos quitan todo pero nos ofrecen temas de conversación. Enajenados, fuera de nosotros mismos, mordemos el anzuelo. Aquí estamos, dando vueltas a la noria cargados con las anteojeras. Dando vueltas a la misma mierda una y otra vez. Reproduciendo el mismo esquema aunque sea en colores diferentes. Formulando el discurso con otras palabras pero repitiendo la misma manera de generar el pensamiento, clones con cáscaras diferentes. Adoptando el mismo patrón de medida, la mediocridad y la mezquindad de los personajes que se nos ofrecen en el escenario. Chapoteando y hozando en el lodazal, con el gesto contrariado, con la voz desencajada, una y otra vez repitiendo el mismo tema, las mismas palabras.

Es verdad, no se trata de una crisis coyuntural sino de la crisis de un modelo económico y social, y no juguemos a engañarnos mordiendo el caramelo que se nos ofrece por muy amargo que sea, se trata de un modelo configurado con elementos individuales: nosotros. Lo personal es político, decía uno de los eslóganes más característicos del movimiento feminista de los años sesenta y setenta, y así es. Nada se cambia si no nos cambiamos nosotros, nada distinto a lo que repudiamos somos si nuestro hacer y nuestra manera de hacerlo es similar a la del resto de los mortales. El sistema que hemos creado es consustancial a las personas que lo han hecho y, paralelamente, a las personas que ese mismo sistema ha generado. Incapaces de crear, incapaces de salir del camino trillado, de elaborar un pensamiento diferente, de pensar incluso. Incapaces para la bondad, para la empatía, para la conmiseración. Las mismas aspiraciones, el mismo odio, la misma abominación. Incapaces para la complejidad, para los matices. El mismo simplismo, la misma banalidad, consumidores de la propaganda que se nos vierte en el abrevadero. Incapaces para la poesía, incapaces para imaginar, para la trascendencia. Agotándonos en un nosotros que permanece cerrado sobre el sí mismo que establece la granja. Incapaces de sufrir y crecer, incapaces de renunciar. Pegados al cristal del escaparate aunque este se vacíe, aunque vacíen nuestros bolsillos.

Aceptando la estatura moral e intelectual de los modelos que se nos ofrecen, jugando a la alternativa sin salir del establo, a la oposición con miedo a dejar de formar parte del rebaño. Superando no sé qué problema sin superarnos a nosotros mismos. Anclados en la añoranza del pasado. Enajenados, sin dominio de nosotros mismos, marionetas en manos ajenas, títeres de cachiporra golpeándonos unos a otros, colgándonos por ello medallas de latón.

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