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martes, 24 de junio de 2014

No puedes huir de la vida

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No es posible huir de la vida por muy rota y demacrada que se muestre como no es posible huir de uno mismo sintiéndose constantemente perseguido por la propia sombra. Sólo en la completa oscuridad desaparece esta pero también desparece uno, un nadie cabalgando sobre sombras.

No siempre es limpia esa vida, con frecuencia la acompañan las heces y la orina y es imposible estar en ella sin mancharse uno, pero ha de ser uno consciente de que el tesoro se haya junto al desperdicio, el trigo junto a la cizaña, la alegría junto a la pena, el placer junto al dolor. No se puede escapar de uno sin perder también lo otro. No te iluminará la luz de la mañana sin haber vivido la noche, no disfrutarás la suavidad de la caricia sin haber llegado a vivir el rasponazo del llanto.

No puedes huir de la vida, allá donde estés la encontrarás. No puedes huir de ella sino ir a su encuentro, sumergirte en sus profundidades, allí donde se ocultan las riquezas; enfangarte en ella para poder ser alfarero, para transformar el cieno en barro del que surjan nuevas realidades. En la fuga perderás lo humano pero no dejarás de arrastrar tus mezquindades, olvidarás lo justo pero seguirás reflejando cada mañana tus deformidades en el espejo, por miedo a la ternura convertirás tu existencia en un roquedal.

No puedes huir de la vida, estará allá donde tú estés, has de ser protagonista de ella, ir tallando tu figura, dándole forma a tu casa, y en el devenir no tener miedo a las caídas ni miedo a los errores pues cada día tendrás la ocasión de forjarte una nueva oportunidad, no la que se fue, no la que perdiste, otra, aquella que demuestra que estás vivo y que nunca renunciarás a ser un creador.

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