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viernes, 5 de septiembre de 2014

Elogio de la imperfección


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 ¿Existe lo perfecto más allá de la imperfección? ¿La pureza más allá de la impureza? ¿El todo más allá de la parte? Lo completo siempre está por acabar, el todo no existe más allá de la  acumulación de sus partes, existen estas del mismo modo que existen otras, el todo siempre está por llenar, se trata de un concepto relativo que se vuelve arma agresiva en el momento en que se absolutiza, en el que se cierra para excluir de él al otro. La pureza absoluta es en sí misma impura, sucia a fuerza de intentar ser limpia, corrupta por llegar hasta el extremo de una integridad exageradamente intachable.
Qué es la putrefacción sino un sacrificio del cuerpo para generar nueva vida. La desaparición de nuestro ser es la condición para la aparición de unos nuevos. En la cadena de la vida es la degradación total el eslabón necesario para la continuación de esto. No somos el centro, somos una minúscula parte de un proyecto que siempre nos desbordará. 
Qué es el ser incompleto sino un ente en busca de otro, la base del cuerpo social. El ser pretendidamente autosuficiente muere en la esterilidad social. Hemos nacido para buscar nuestra complementación, esa necesidad es el fundamento de la sociedad. El hombre, animal político, responde a su propia naturaleza, no a una supraestructura de la misma. No enredarse en la red social es renegar a la esencia humana.
Qué es la duda sino una apertura a un conocimiento más profundo, una condición para la escucha. Nuestra percepción no es sino una parte de la realidad, ésta siempre nos desborda, su descripción no pasará de ser simbólica, un intento de aproximación. El acercamiento a la misma nos regalará respuestas que abrirán nuevas preguntas. Cuando dejemos de tener interrogantes el cerebro se nos detendrá, se empequeñecerá, se anquilosará. La certeza solo muestra una evidencia: hemos dejado de ser humanos.
Qué sino la debilidad nos acerca a los otros, nos hace miembros de una misma especie, aquello que nos hace sensibles a los otros, capaz de hacernos  captar lo trascendente del día a día, su belleza, su música, su  valor. La rigidez de la piedra nos hace impermeables. Solo es fortaleza la que se hace desde las heridas y reconoce sus puntos débiles, la que no genera corazas sino que desarrolla estrategia, la que no se convierte en roca inconmovible, insensible a su entorno, que no anula sus emociones sino que las controla, que no pone en juego su furia sino su inteligencia. Es el ser maleables lo que nos permite el cambio.
Qué es la enfermedad sino el reconocimiento de nuestro ser mortal. ¿Podemos imaginar algo más insano que una sociedad completamente sana, sin daño, sin lesión, sin defecto alguno? Es nuestro memento mori permanente, el siervo que ante las tentaciones de soberbia nos recuerda que moriremos, que somos humanos y no dioses, el acontecimiento que nos empuja hacia la humildad, aquello que nos descorre el velo que nos cubre los ojos y nos oculta la realidad, lo que nos descubre su fragilidad, nuestra fragilidad, su complejidad, sus contradicciones. Aquello que nos hace posible alcanzar un grado más de humanidad. 
La belleza, a menudo, se descubre en silencio. Lo que vamos construyendo siempre peca de ruido. Qué es la amalgama de palabras que pronunciamos sino ruido. Ruido lo que necesitamos para no quedarnos a solas con nosotros mismos, para evitar hundirnos en el fango en el que hemos construido nuestro hábitat, para no escuchar nuestro enorme silencio y aprender de lo que nos dice. Es en él, en el silencio, donde es posible establecer la comunicación de las miradas, de los abrazos, de las caricias, de los besos, aquello que surge del otro y resuena en mí acercándome a él o alejándome. Es aquello que nos permite mantener el ritmo de la vida.
Qué es el fracaso sino la antesala del acierto, caminamos hacia él de frustración en frustración. No aprendo a levantarme sino cayendo. Solo aprendo a mirarme al espejo reconociendo mis propias decepciones, recuperando del vidrio el yo que soy y no el que imagino, el que carga con mis máculas y no el impoluto que me gusta mostrar a los demás. Es el revés el que nos evita llegar a ser el hombre de éxito que termina muriendo de sobredosis de soledad, cuando el engaño con el que nos narcotizamos ha dejado de funcionar.
Lo perfecto no existe, el mundo perfecto da miedo, sucios de un exceso de higiene, clones, asustadizos con miedo a la más mínima heterodoxia. Nunca está todo dicho, siempre hay una palabra que agregar, nunca está todo sabido, siempre queda alguna cosa por conocer. Es el descubrimiento de los defectos lo que nos incita a la mejora , lo que nos acerca al horizonte, siempre inalcanzable, siempre lejano y nos mantiene en el presente, siempre imperfecto, siempre humano.