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domingo, 15 de marzo de 2015

EL DECRECIMIENTO ES LA OPCIÓN.

Obsesionados por la crisis y enganchados a un modelo de sociedad no paramos de insistir en eso de "retomar la senda del crecimiento", con otras palabras, volver al crecer por crecer. Olvidemos todos esa cantinela de no se qué refundación, ignoremos lo del cambio de sistema y sus "horribles" consecuencias... Y, seguramente, una de las claves se encuentra en ese término nada neutro de "crecimiento" y, seguramente, la opción necesaria es la de ese otro término nada "apetecible" de decrecimiento.
El decrecimiento es una corriente de pensamiento político, económico y social favorable a la disminución regular controlada de la producción económica con el objetivo de establecer una nueva relación de equilibrio entre el ser humano y la naturaleza, pero también entre los propios seres humanos. Es aquí donde nos la jugamos y pienso que lo hacemos por tres razones:
1. Muy pocos tienen demasiado y demasiados tienen demasiado poco. La opción por el decrecimiento es una opción por una redistribución de la riqueza a nivel nacional y, sobre todo, internacional, y esto, nos guste o no, sólo podrá alcanzarse con una disminución de nuestro nivel de vida. Nosotros, aunque pueda ser en su periferia, estamos dentro del "muy pocos". Alcanzar esto supone replantearse seriamente, de verdad, la trabazón existente entre los intereses del poder económico y el político, y, especialmente, la subordinación del segundo al primero. Replantearse el peso de la economía financiera, especulativa, sobre la real, productiva, creadora de valor agregado. Supone también replantearse el peso de los agentes de esa economía especulativa y su aportación al bien común. Decrecimiento exige, igualmente, discriminar qué es lo necesario y qué lo superfluo de nuestro estado de desarrollo, qué es lo esencial del estado del bienestar, de qué podemos y debemos prescindir y qué interesa salvar.
2. Nuestro planeta es limitado y solo la ceguera y la avaricia puede llevarnos a su ruina. El medio ambiente se encuentra en emergencia pero, como siempre, esa emergencia o no se ve o no se quiere ver. La emergencia vuelve a aplazarse. Se trata de la respuesta al calentamiento global, a la sobreexplotación de recursos, a la deforestación, a la amenaza que la capacidad destructiva del hombre cierne sobre él... La solución a todos estos problemas solo podrá llegar a través del decrecimiento. Se trata de levantar el pie del acelerador, incluso de pisar el freno, para invertir en futuro. "Retomar la senda del crecimiento" es dirigirnos de nuevo al abismo ondeando banderas de victoria.
3. La opción del decrecimiento es también la opción por la persona, el viejo dilema entre el ser y el tener (con qué facilidad arrinconamos los problemas eternos de la filosofía), entre el yo exterior, el que representa un papel y se encuentra cargado de artificiosidad y el yo interior, el que, a menudo, ni vemos ni queremos ver. Nosotros mismos queremos ser nuestros grandes desconocidos. El decrecimiento, hacer más con menos, vivir mejor con menos. Una nueva meta, un nuevo paradigma. Una propuesta de cambio ante una situación de indignación. Es el "menos es más" y es el somos más con menos, con todo lo que eso significa en nuestra manera de ser y de relacionarnos con los demás y con nosotros mismos. La invitación al consumo para "reactivar la economía" puede ser la crónica de una muerte anunciada, es la hora de replantearnos nuestra relación de servidumbre con ese consumo, de preguntarnos por el papel que nos queda en ese circo y por el que estamos dejando en herencia.
Los tres grandes problemas que debemos afrontar y que creo corresponde, junto con la defensa de los derechos humanos, la búsqueda de respuesta a una organización de izquierda. Los tres, sin excluir ninguno, constituyen el ejercicio de la política de verdad. Puede parecer la cuadratura del círculo, pero, ¿quién dijo que la política de verdad resulta fácil?

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