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miércoles, 29 de julio de 2015

La política como gestión


 
Las distintas opciones políticas del panorama español pretenden marcar diferencias entre sí pero coinciden en una característica a mi juicio esencial y es concebir la política como mera gestión de una realidad, la función de un político es, de esta manera, establecer las medidas a tomar y administrar su ejecución. Lo que se pretende hacer pasar por ideología no es, a mi juicio, sino simple tecnocracia en la que predominan los criterios técnicos con cierto ropaje de ideología. Esta tecnocracia resulta comprensible en los planteamientos conservadores que sólo pretenden mantener la realidad y resolver los problemas que ocasionalmente surjan en la misma pero no se puede entender si lo que se pretende es transformar esa realidad. Mantener esa tecnocracia en este caso es terminar siendo presa de un electoralismo que acabará modificando el discurso para hacerlo asequible para el mercado electoral.

El electorado en España es esencialmente conservador vote a la opción política que vote, es por ello por lo que las opciones políticas con posibilidades de victoria son muy similares en la práctica mientras que aquellas que mantienen un posicionamiento más ideológico quedan reducidas a la marginalidad. El ejemplo actual de Podemos no hace sino poner esto de manifiesto: la volubilidad en el discurso y el descenso en las perspectivas electorales cuando una mayor volubilidad ya no se hace posible.

La política no ha de ser únicamente gestión sino también educación, es decir, transmitir una forma de vida a través de la palabra y de los hechos. Determinadas propuestas de gestión política sólo pueden dar sus frutos si son sembradas en un terreno adecuado. La política nunca debe engañar, el electorado sólo debe dar el sí a una propuesta si tiene claro y acepta sus consecuencias. En la sociedad en que vivimos más allá del poder político se encuentra el poder económico y, por lo tanto, intentar transformar su realidad a través de la política es enfrentarse a ese poder con las consecuencias que ese enfrentamiento tendrá en nuestro día a día. Esto supone no caer en el cortoplacismo, el trabajo de transformación de una realidad sólo puede ser a largo plazo y ha de realizarse a través de todas las instancias que la sociedad tiene. El decir que lo personal es político es decir también que lo electoral sólo dará resultados apetecibles cuando el suelo ya es fértil es decir, cuando la sociedad demanda esas medidas siendo consciente y asumiendo sus consecuencias. La realidad actual de carácter local tiene también un inevitable carácter global y nuestra posición en lo local supone también una posición en lo global. Aceptar las consecuencias de unas medidas en un sitio es aceptarlas en el otro. Transformar esa realidad es renunciar a una posición dominante en el plano global con todas las consecuencias que esta renuncia ha de tener en el plano local y estas consecuencias han de ser explicitadas y no silenciadas o enmascaradas. Renunciar a todo esto para hacer posible un inmediato beneficio electoral no es sino concebir la política como un arte de simple gestión.

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