Hasta hace poco Esquerra Republicana
insistía en dejar claro que ellos no eran nacionalistas sino independentistas,
intentando con ello alejarse de lo que no era sino una incoherencia al
identificar nacionalismo e izquierda. Actualmente no he vuelto a oírlo, no sé
si en algún momento lo han dicho pero no creo que sea algo en lo que centren su
discurso. Yo sólo oigo dos argumentos en los que basar una exigencia
independentista, el primero de ellos es económico, la defensa de mi dinero, el
expolio, me lo roban, me lo quitan para malgastarlo. Es, en el fondo, el mismo
argumento que recriminamos a los alemanes: los europeos del sur derrochan
nuestros euros. Es un discurso lógico para Convergencia, la derecha lo
fundamenta siempre en ello y digan lo que digan se encuentra en el fondo de sus
palabras y de sus tonos; pero es completamente incoherente para la izquierda,
que siempre ha hecho gala de la solidaridad, salvo que se fundamente en el
segundo argumento: el nacionalismo, la diferencia de raza, credo, idioma o
cultura que convierte el otro, aunque no se utilice esa palabra, en enemigo, también
contradictorio con un partido de una izquierda que surgió del internacionalismo.
El partido del señor Junqueras parece haber asumido ambos argumentos: España es
el problema y todo se resolverá una vez que Cataluña se separe de ella, espera
una sociedad idílica puesto que los catalanes son una entidad superior y en ese
momento dispondrán de todo el dinero que les está siendo expoliado. Obviamente
no exponen tan a las claras esa supuesta superioridad pero otra cosa no se
puede decir cuando se habla de que España es el problema, que con España Cataluña
nunca será “libre” y que bastará con que se separe de ella para que sea libre y
próspera. Los españoles somos unos zotes incapaces de ir hacia delante. Todo
esto lo comprendo en el partido del señor Mas y su sonrisa chulesca pero no
puedo entenderlo en una organización que se llama de izquierdas.
Estos son para mi los pilares
básicos del discurso independentista y estos los hace estar junts pel si y
encerrar todo lo demás en el desván de la secundario. De eso se trata, de
generar animadversión, como en todo discurso nacionalista e insuflar su mística
basándose para ello en dos realidades insustituibles: la bandera y el himno;
pintar los colores de la primera hasta la saciedad allá donde sea y hacer
enardecer el corazón al oír los acordes del segundo. Para eso es necesario el
enemigo, otro himno al que pitar y otra bandera que arrancar. Me da igual cuál
sea la bandera y cuál sea el himno, ambos serán nacionalismo sin más y ambas
cosas no dejaran de ser la primera un trapo y la segunda ruido más o menos
acompasado. Me pasé la vida criticando, con razón, el nacionalismo español y ya
es hora de hacerlo con cualquier otro y mucho más si estos se hacen pasar por
izquierdas. El nacionalismo siempre hace una llamada a la emoción, por eso
viene de muy antiguo y perdurará siempre, pero en todo momento será un invento
humano con sus propios intereses, lo que hoy es “el voto de tu vida” quizás
fundamentalmente sea el voto de sus vidas, de aquellos que quieren pasar a la
historia como mesías o como participantes de un movimiento mesiánico y que
quieren acaparar más poder, porque no es en otros en los que piensen que ocupen
tal cosa. Como siempre se ha hecho se llamará al rebaño para que ocupe las
calles, luzca la bandera y cante el himno, se le inducirá para que pite el del
enemigo mientras yo luzco una sonrisa de satisfacción y todo eso lo venderé
como un movimiento de contestación, de rebeldía. Cuando alcanzado el objetivo y
yo me dé cuenta de que estoy envuelto en lo mismo que criticaba ya será tarde.
Se reproducirán los mismos esquemas, la sociedad podrá tener los mismos
problemas, porque el malvado, si lo hay, también iba conmigo, y el joven
rebelde que se envolvía para luchar en la senyera hoy es el conservador que la
defiende ante los que la abuchean. No hubo racionalismo ni hubo sensatez y cordura
(el seny que antes tanto se citaba) porque no interesaba, la sociedad se maneja
mejor en un estado emocional masivo, en esa situación el racionalista siempre
podrá ser tachado de traidor. El voto sí fue histórico pero no fue el de mi
vida aunque otros si supieron sacar tajada de él y las banderas que ondeábamos
hoy, como cualquier trapo, han envejecido.
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