Ofrezco mi cuerpo como pobre
casquería a quien pueda interesar.
Sé que estoy ofreciendo la nada,
el simple barrunto de un sueño.
Una mujer se acerca y valora los
despojos pero no parece estar interesada.
Paseo la molicie de un mercado a
otro en busca de comprador.
Nadie parece estar interesado.
Ojos de compasión y desprecio se
mezclan ante mi presencia.
Es de nulo valor pero es mi
casquería y no renuncio a mi derecho a quererla y alzarme sobre ella para
atisbar un horizonte y hacer ver su riqueza.
Son mis despojos con los que
también me desprendí de la quincalla que me lastraba.
Es mi molicie, el abandono sobre
el que descansan mis pecados.
Es mi ruina, la quiebra sobre la
que se estrelló mi propia fantasmagoría.
Son los restos de un naufragio, pero es mi
naufragio y nado en él hasta que la misma vida me ahogue.
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