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martes, 3 de noviembre de 2015

LAS PALABRAS


Cada vez tengo más dificultad en encontrar las palabras, a menudo sólo encuentro sus huellas, el rastro que dejaron algún día, pero no están allí, sólo la memoria sensitiva parece querer recordar el aroma que dejaron. Pero no están allí.

Tanteando en esa memoria a veces encuentro alguna de ellas y esto me permite avanzar lentamente entre la oscuridad, como pisando cuidadosamente cada una de las piedras dispuestas en la Laguna Estigia temeroso de caer en sus aguas y con un trago de ellas perder definitivamente mi voz. Es entonces, cuando al encontrar la primera, con frecuencia sola, yo, con una antorcha encendida voy siendo capaz de penetrar en ella y es cuando una palabra me lleva a otra, y esta segunda a una tercera y esta a otra, y así sucesivamente voy armando aquello que permanecía agazapado en mi interior. Solo cuando he podido parir aquello es cuando me veo y me reconozco, cuando adquiero una forma definida y puedo distinguir una naturaleza distinta dentro de esa amalgama en la que estamos inmersos.

Son las palabras las que nos unen y las que nos diferencian, los puentes que nos llevan hacia los demás, los instrumentos que nos permiten ser uno y todos a la vez, las que nos otorgan humanidad en la medida en que sean realmente nuestras, fruto de una intuición y de una búsqueda personal no el simple reflejo de un ser gregario. Las palabras nos hacen y nos deshacen, son las herramientas con las que podemos destruir nuestras carencias y construir un ser nuevo, sin ellas nada seríamos salvo una forma inanimada, insulsa y prescindible. Es por ello por lo que, cuando como ahora se me van escurriendo entre las grietas de mi memoria, merece mucho más la pena el esfuerzo por recuperarlas.


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