Por qué el Senado. La Cámara alta es uno de los principales focos
de crítica a la hora de recortar parte del derroche económico que padecemos, y
lo es porque se trata de un órgano completamente inútil. Según recoge el
artículo 90 de la Constitución española, para la elaboración de una ley
orgánica el Senado “puede, mediante mensaje motivado, oponer su veto o
introducir enmiendas” al texto que haya sido enviado por el Congreso. Pero “el
proyecto no podrá ser sometido al Rey para sanción sin que el Congreso
ratifique por mayoría absoluta, en caso de veto, el texto inicial, o por
mayoría simple, una vez transcurridos dos meses desde la interposición del
mismo, o se pronuncie sobre las enmiendas, aceptándolas o no por mayoría simple”.
Es decir, poseer una mayoría parlamentaria en el Senado no supone en la
práctica poder alguno ya que, en última instancia, es el Congreso el que inicia
y última cada ley, ratificando o no lo que apruebe el Senado. El control del
parlamento reside en el control del Congreso. Para un órgano de segunda lectura
que corrija fundamentalmente errores técnicos no es necesario tamaño engendro.
En la práctica el Senado se trata
únicamente del lugar a donde llevan a morir los elefantes. Supone un
reconocimiento que los aparatos de los partidos dan a aquéllos políticos y
políticas fieles que ya no son estrictamente necesarios. Un cargo más bien
honorífico que puede calmar el mono de la acción política y que, al mismo
tiempo, está muy bien remunerado. Su inutilidad hace perfectamente compatible
el voto en el Congreso al partido que se prefiera y la abstención en el Senado.
El ahorro que supondría su
desaparición sería un elemento importante a la hora de realizar ajustes
económicos que evitaría tocar otras instituciones o sectores infinitamente más
necesarios.
Por qué ahora. La situación política y social de nuestro país ha
puesto sobre la mesa la necesidad de reformar la Constitución. Para suprimir o
reformar en profundidad el Senado es necesario reformar la Constitución. En
estos momentos, se desee o no, ésta ha de ser abierta en canal y reformados
muchos de sus puntos principales. No se puede desaprovechar la ocasión.
Por qué abstención. Circula por Internet y a través del móvil un
escrito en el que se promueve el voto en blanco pero en una dimensión
disparatada pues aspira a que el Senado no reciba voto válido alguno y quede la
cámara vacía. No merece más atención una propuesta tan irracional.
El voto nulo se considera como
"voto emitido no válido" y no cuenta para realizar el reparto de
escaños, por lo que no benefician ni perjudican a nadie. Se considera un voto
”gamberro” que no pone en cuestión la institución en sí sino a los políticos
aspirantes a ocuparla.
El voto en blanco se considera
voto válido y por lo tanto cuenta para el reparto de escaños. De perjudicar lo
haría a los partidos pequeños que estén en el límite del 3% necesario para
entrar en el reparto de escaños. transmite la idea de que la persona está de
acuerdo con el sistema electoral y con la institución en sí pero "no le
satisface ninguna opción".
La abstención tiene un
significado más difuso, pero no lo tiene cuando únicamente nos encontramos ante
una abstención para una sola de las cámaras. Es decir, cuando hay voto válido
para el Congreso pero no lo hay para el Senado, sino que hay abstención, el
significado está claro: un rechazo a la institución en sí independientemente de
las personas que aspiren a ocuparla.
En las elecciones del
año 2011 hubo 11.113.050 abstenciones al Congreso, lo que supuso un 31, 06%,
por 11.295.819 para el Senado, es decir, un 31, 57%. Hubo 182.769 personas que
se abstuvieron exclusivamente en el Senado. Yo doy fe de que esto posible
puesto que lo he realizado. Se cuestiona el Senado no sus posibles integrantes,
y el cuestionamiento es mayor en la medida en que el número de personas que se
abstienen es mayor. Esta posibilidad debería ser la propugnada por todas aquellas formaciones políticas que desean la reforma constitucional y en especial la de este órgano y no tienen grandes expectativas de lograr suficientes votos para tener senadores.
Sí es posible la perplejidad de
los integrantes de la mesa electoral en la medida en que este no ha sido un
acto corriente, pero esa perplejidad no nos puede privar derecho a ejecutar esa
acción. La ley electoral y la Constitución nos asisten.
Como he dicho un alto número de
abstenciones en la cámara alta reflejaría un rechazo masivo por parte de la
ciudadanía que debería ser escuchado por parte de los políticos; en cualquier
caso, la decisión de abstenerse refleja un planteamiento personal que no tiene
por qué estar sujeto a cálculos posibilistas que en este caso son
innecesarios.
Por lo tanto, pásalo y que esa abstención
sea lo mayor posible.
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