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miércoles, 30 de noviembre de 2016

LA FEMINIZACIÓN DE LA POLÍTICA


Pablo Iglesias no es santo de mi devoción pero me siento en la obligación de salir en su defensa ya que considero que la reflexión que ha hecho acerca de la necesidad de feminización de la política es acertada, lamentablemente es algo de lo que no se habla ya que no se valora en absoluto y, por lo tanto, no se reflexiona sobre ello. Decir algo así en una organización política o sindical es como hablar del sexo de los ángeles, como filosofar alegremente para nada, dicho eso si pasa turno y el órgano correspondiente se dedica a tratar temas más importantes. Quizás no sea Pablo Iglesias el más adecuado para tratar ese tema en la medida en que parece poco representativo de esa idea de feminización, es agresivo, dominante y, por lo tanto, con un perfil claramente varonil pero sea así o no, la reflexión es muy interesante. Lógicamente los medios y el resto de los partidos se le han echado encima en el intento de hacer sangre bien por interés partidista o por simple ignorancia o mediocridad. La cuestión merece algunas puntualizaciones.
La primera de ellas es que conviene escuchar todo lo que dijo. En el video de arriba hay ocasión para hacerlo y poder juzgar por uno mismo.
En ningún momento rechaza como válida la incorporación de la mujer en las listas electorales y en los cargos directivos de partidos o empresas. Al contrario, subraya la importancia de ello pero considera que esto no es suficiente, y lleva razón, ahora mismo la incorporación de la mujer a la política es la incorporación a una organización claramente machista, para actuar en ella la mujer se ve en la necesidad de adoptar un perfil varonil. En política no vale todo lo que se pueda considerar blando o sensible, todo aquello que ponga por delante la persona al dogma. La mujer ocupa un espacio allí no para actuar como tal, sino para ser uno más de ellos.
Plantea que la feminización tiene que ver con la forma de construcción de lo político, así es. La feminización de la política, viene a decir, es hacer comunidad y esa comunidad sólo es posible hacerla desde la base, desde la más estricta realidad. Cuando se habla de casta política lo que se quiere resaltar es la distancia generada entre el quehacer político, que es fundamentalmente institucional y esa realidad. Hacer comunidad es, de alguna manera, hacer familia, incorporar lo emocional e incluso los afectos a ese quehacer político, y para hacer familia es absolutamente necesaria la incorporación de la mujer a ese proceso en la medida en que el hombre, históricamente, se ha desentendido del mismo. El cuidado tiene que hacer referencia fundamental al débil, a aquel del que las altas instancias parecen haberse desentendido. Esta feminización exige tres cuestiones, la primera de ellas la incorporación de la mujer a la política; la segunda la feminización del hombre, que incorpore en su persona los rasgos necesarios para ese proceso y abandone aquellos que tradicionalmente ha llevado consigo y que sólo han producido ruptura y dolor; la tercera y absolutamente fundamental el cambio en el modo de hacer política, que la actuación mayor de una organización se realice en la base y con la gente más necesitada, sea cual sea su raza, nacionalidad o religión. El trabajo en las instituciones sólo debería de ser una parte menor de los partidos y un trabajo limitado en el tiempo para evitar la encastización de los políticos. Lo deseable sería un camino de ida y vuelta que supusiera una retroalimentación. La política, a menudo, sólo parece un espectáculo de señoritos del que la gente se encuentra cada vez más alejada. Esta feminización supone conflicto pues al mismo tiempo que se construye es necesario de construir y en esos dos ámbitos encontramos personas muy a menudo encastilladas allí, que de ninguna manera están dispuestas a perder los modos y estructuras con los que han trabajado y han tocado poder. Se trata de incorporar a la vida política una idea del feminismo de los 60 que a algunos les genera risa y es afirmar que lo personal es político, que estamos haciendo política desde el lugar más íntimo y que esta idea nos cuestiona a nosotros y a la vez cuestiona las estructuras en las que nos manejamos y las formas en cómo lo hacemos. La forma es también el fondo y el medio también es el mensaje.
Uno de los aspectos que más se le han criticado es la identificación de la mujer con el papel de madre y con la función del cuidado. Criticar esto es un sin sentido. Si de algo puede estar orgullosa la mujer es de su papel de madre y de su función de cuidado, si de algo debe avergonzarse el hombre es de su desentendimiento de esa función. Cuidar ha de ser un principio profundamente asumido por toda persona que quiera dedicarse a la política. El cuidado ha de ser el de los más débiles y una tarea de la política debería de ser sacar todo el cuidado posible de la intimidad del hogar donde en el silencio y la privacidad queda en manos de la mujer atrapada muchas veces en ese papel. El hombre escala a las alturas, se cuelga medallas y se hace aparecer como el sexo fuerte e importante de la sociedad, mientras tanto la mujer se mantiene escondida en esa oscuridad del hogar. Recuerdo un texto que escribí hace tiempo y que ahora mismo viene como anillo al dedo, lo escribí a propósito de la lectura de El hombre en busca de sentidode Viktor Frankl, psiquiatra, en él narra su experiencia en los campos de concentración y hay un pasaje en el que dice que “los mejores de entre nosotros no regresaron de los campos”, fueron aquellos que murieron allí a causa de su sentido de la vida, murieron por solidaridad, por defender a un compañero, por ocupar el lugar de otro, por negarse a cumplir una orden… Es decir, “sobrevivieron aquellos que se endurecieron, los que perdieron los escrúpulos, los que utilizaron cualquier medio con tal de salvarse. Del mismo modo, las mejores de entre las personas cuidadoras fueron ganadas para el enfermo pero, de alguna manera, las perdió la sociedad. Esos esfuerzos sin medida no son compatibles con la vida pública y, a menudo, tampoco lo son con la vida laboral. Las mejores personas se encuentran concentradas en las grandes causas pequeñas, hablan poco y hacen mucho, representan el silencio en una sociedad en la que la saturación de palabras hace que estas pierdan su sentido, pueden permanecer ocultas pero serán las imprescindibles en una sociedad nueva.” Las mujeres callan y hacen, los hombres, a menudo, hablan mucho pero no hacen. La denuncia de un patriarcado como causa de la injusta sociedad que padecemos implica necesariamente la existencia de un matriarcado alternativo que ha de ofrecer nuevos valores, maneras y realidades.
Por una vez he de defender a Pablo Iglesias, aunque me hubiera gustado que ese mensaje lo transmitiera de un modo más tranquilo y reposado. Es necesario que busque en su interior con detenimiento su lado femenino, y es necesario que lo haga como es necesario que lo hagamos cada uno de nosotros.


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